Hola:
Soy el feliz propietario de un kia Niro HEV Drive con el que he hecho ya más de 10.000 kilómetros.
Estoy encantado.
No sé, si es que este coche está cojonudamente hecho, o si la llegada de los motores eléctricos, solos o en combinación con los térmicos, va a hacernos descubrir una nueva dimensión cuando conducimos.
Acabaré comprándome un eléctrico, pero, de momento, este híbrido me tiene fascinado.
Al principio me pareció un poco blandito. Pero después de haber hecho varios puertos de montaña en modo sport le he encontrado las cosquillas, sobre todo cuando he aprendido a reducir con el cambio secuencial (lo que ayuda a recargar la batería cuando más falta hace). Me encanta tener un coche con dos personalidades. O tres, si consideramos cómo se conduce en ciudad.
He notado que, a medida que se va soltando y ajustando, va más fino y mantiene con mayor facilidad el modo eléctrico. Aunque, a lo mejor, es que le voy cogiendo el tranquillo. Pero la experiencia me ha demostrado (tengo 48 años de carné y he poseído 9 automóviles, 8 motos y en la mili fui conductor de carros de combate) que los elementos mecánicos de un vehículo necesitan rodar para acabar de ajustarse, aún con las mínimas tolerancias de hoy en día. Así que ardo en deseos de probarlo tras la revisión de los 15.000 kilómetros, con aceite nuevecito y totalmente limpio.
Del Niro me gusta todo; salvo una cosa, que no soy capaz de poner a mi gusto la salida de ventilación superior izquierda, no hay manera de que me dé el aire como me gusta.
Cada día le descubro algo nuevo y tengo que reconocer que, a pesar de mi experiencia, estoy volviendo a aprender a conducir. Pero mucho mejor, con suavidad y anticipación, sin tener que perder por ello velocidad (siempre me ha gustado correr). Me alucina ir a 130 por autopista en modo eléctrico; o hacer el recorrido desde la oficina hasta mi casa sin que se encienda el motor de combustión en un trayecto de kilómetro y medio.
O, simplemente, aparcar. O aprovechar el modo sport para salir del semáforo cuando estoy en primera fila o para adelantar, tras reducir, en un suspiro.
Animo a mis colegas al volante de un Niro, a que practiquen un poco. Merece la pena. Hay que adquirir nuevos hábitos de conducción y aprender a acariciar el freno. Pero también hay que practicar con el cambio secuencial en modo sport. Sin abusar, pero, en mi opinión, hay tramos de carretera en los que el coche lo pide a gritos, resultando más seguro y eficaz que el modo eco cuando aprendemos a usarlo. Lo que requiere su periodo de práctica y adaptación, sobre todo a la hora de controlar la inercia con la retención del motor.
He recuperado las sensaciones de conducir aquellas moles (los carros de combate) que podían arrasar con todo si no tenías cuidado, llegué a conducirlos de manera habitual por las calles de una ciudad, con semáforos, cuando íbamos del cuartel al campo de maniobras. Tenían un motor inmenso, eran americanos, y una caja de cambios automática que, por aquél entonces (hace más de cuarenta años) me parecía una pasada.
Ahora, con el Niro, es como si condujera un tanque de juguete cruzado con coche de Scalextric (babeo como Hommer Simpson cuando me imagino el día en estrene un E-Niro, o lo que nos ofrezca Kia dentro de tres años).
Lo dicho, estoy encantado y, gracias al Niro, siento rejuvenecer.